jueves, 13 de octubre de 2016

La importancia de tener proyectos

Convertir los sueños en metas reales

 El psicólogo y escritor estadounidense Martín Seligman identificó tres niveles de felicidad:

 1) El placer que obtenemos a través de los sentidos: hacer aquellas cosas que nos den placer. Cine,   viajes, comidas, compras. Felicidad pasajera. Y está bien!, el peligro es creer que la fuente de la felicidad está solamente en obtener esos placeres.
2) Vivir una vida con compromiso: nos comprometemos con actividades que nos hacen usar o desarrollar nuestras habilidades: estudiar, leer un libro, tocar algún instrumento, bailar o planificar un proyecto que nos desafie. Tiene una gratificación más duradera. Se la compara con un estado de “fluir”, alegría por la que uno hace las cosas más allá de toda recompensa externa.
3) La vida con sentido: cuando nos ponemos al servicio de algo más grande que nosotros mismos, que le da sentido a nuestra existencia. Pertenecer a una ONG, por ejemplo.

Tomando esto como certero, me voy a basar en el segundo nivel para hablar sobre los objetivos o metas que tenemos en nuestra vida.
Si nos ponemos a pensar, estos son los que nos movilizan, lo que hacen que cada día nos levantemos con una sonrisa o una mueca. Los objetivos propuestos y en acción son los que más generan motivación, pues uno se siente con energía para ir en busca de aquello que desea y ya se planteó conseguir.

Ahora, ¿cómo hacerlo de manera eficaz para ir paso a paso y no abandonar en el intento?

Siempre que alguien me dice que no sabe cómo hacerlo, que no es bueno para esto o aquello, le propongo que mire hacia atrás, su pasado, y revise todas las veces que se propuso algo y lo logró, no importa lo grande o lo chico del proyecto; lo verdaderamente importante es habérselo propuesto, haber perseverado y trabajado para hacerlo y poder decir: ¡Si! ¡Lo logré!. Puede tratarse de un nuevo aprendizaje, cambio de un mal hábito, mejorar alguna relación, formar una familia, lo que sea que antes era una barrera y luego se convirtió en puente. Todos tenemos triunfos.

Lo primero que debemos preguntarnos cuando nos planteamos una meta es ¿por qué o para qué quiero esto?
Hay una razón íntimamente conectada con nuestra esencia que hará que esta pregunta sea respondida con fluidez (siempre y cuando sea nuestro verdadero objetivo).
Segundo, aquí ya definimos el qué de la cuestión; ¿Qué quiero lograr, cuándo lo quiero lograr (factor tiempo), y cuánto de eso quiero lograr? (Ej. Quiero comprarme un auto color x, modelo x, antes de x mes, de x año.)
En este punto, lo ideal es plantearse objetivos para cada una de las áreas de nuestra vida: tiempo libre, finanzas-dinero, relaciones-familia, salud-actividad física, comunidad-legado, trabajo-carrera, personal-nuevos aprendizajes. ¡Y es fundamental visualizarlos!
En tercera instancia, preguntarse cuales son las acciones que HOY puedo hacer para acercame a ellos, por ejemplo: escribirlos (potente herramienta que nos compromete y nos motiva con más intensidad).
En el camino del intento me va a pasar que muchas cosas no van a salir como las planeé, así que, como cuarto paso, debemos estar preparados para evaluar lo que no funciona y cambiar estrategias de acción a tiempo y sin dejar de tener claro hacia donde vamos y porqué lo hacemos.
Y no menos importante, por último, aprender a celebrar, cada acción, cada avance que hacemos, por pequeño que este parezca, siempre es un eslabón de la gran cadena que es el camino a la consecución de nuestros SUEÑOS.

¿Te animas a ponerte en acción?

¡Qué disfrutes tu propio viaje!


Para que los sueños se conviertan en meta, tienen que tener fecha de vencimiento.

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